martes, 28 de noviembre de 2017

La hoja sentada.



José de Espronceda.
Hojas del árbol caídas...  juguetes del viento son.

Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son:
¡Las ilusiones perdidas
¡ay! son hojas desprendidas
del árbol del corazón!

¡El corazón sin amor!
¡Triste páramo cubierto
con la lava del dolor,
oscuro inmenso desierto
donde no nace una flor!

lunes, 27 de noviembre de 2017

La caja reflejada.

Jorge Luis Borges
Los espejos.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio 
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del y la sombra con sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

La calle azul.


Juan Ramón Jiménez.
¡Granados en el cielo azul!

¡Granados en el cielo azul!
¡Calle de los marineros;
qué verdes están tus árboles,
qué alegre tienes el cielo!

¡Viento ilusoria del mar!
¡Calle de los marineros 
-ojo gris, mechón de oro,
rostro florido y moreno!-.

La mujer canta a la puerta:
<<¡Vida de los marineros;
el hombre siempre en el mar,
y el corazón en el viento!>>.

-¡Virgen del Carmen, que estén
siempre en tus manos los remos;
que, bajo tus ojos, sean 
dulce y mar y azul el cielo!-

... Por la tarde, brilla el aire;
el ocaso está de ensueños;
es un oro de nostalgia,
de llanto y de pensamiento.

-¡Como si el viento trajera
el sinfín y, en su revuelto
afán, la pena mirara
y oyera a los que están lejos!

¡Viento ilusorio de mar!
¡Calle de los marineros
-la blusa azul, y la cinta
milagrera sobre el pecho!-.

¡Granados en el cielo azul!
¡Calle de los marineros!
¡El hombre siempre en el mar,
y el corazón n el viento!


domingo, 5 de noviembre de 2017

El callejón.


Carlos Gómez
El Callejón.

Volveremos la lugar donde nos conocimos
pensando que no queda nada por conocer,
un callejón que lo guarda todo:
el miedo de sus labios
el miedo de mis manos;
dos sonrisas perdidas 
por no tener el valor de saltar hacia el otro cuerpo.

Felpudos mojados, lluvia,
una ciudad de dos habitantes
con tanto ruido interior 
que todo termina convirtiéndose en silencio.

Farolas, reflejos de cielo en los charcos,
charcos que parecen océanos a los que arrojarse
para salvarse.

Su piel, mi piel.
Ambas, un mundo
en el que aparecen sus ojos,
un mundo para quedarme todas las vidas posibles.

No quiero deshacerme,
quiero que me deshaga:
con el miedo en sus labios,
la sonrisa de quien besa por primera vez
y los ojos de quien enciende o apaga una vida.

Necesito que vuelva, aunque todavía no se haya ido,
aunque ella no sepa que la espero,
y no confíe nunca en el primero.
Todavía le quiero.