lunes, 16 de octubre de 2017

Amanece en el desierto.


Amanecer de agosto.
Juan Ramón Jiménez.

¡Soles de auroras nuevas contra los viejos muros
de ciudades que aún son y que ya no veremos!
¡Enfermedad que sale, después de obrar fuerzas,
otra vez al camino, para no ir a su término!
¡Mañana de tormenta, con un vasto arco iris
sobre el despierto fin del silencioso pueblo!

-Se sabe que los vivos amados de los que están lejos,
están lejos, que están muertos los que están muertos;-

¡Trenes que pasan por el rojo ladrillo,
deslumbrados de sangre de tedios polvorientos!
-que ya está para siempre, para siempre hecho aquello,
que no hay más que llorar, que ya no tiene arreglo;-

¡Marismas que reflejan hasta un fin imposible
el carmín del naciente, en cauces medios secos!
¡Estancias que una víspera dejó abiertas, ahogadas
de rosa, ardientemente, por el oro primero!

-La pureza despierta en bajo desarreglo,
con el mal sabor de boca que ayer besaba al céfiro...-

¡Amores que ya no son y que el alma extravía!
¡Besos apasionados que al alba no son besos!
¡Campos en que una, antes, amó a otro, pinos tristes,
tristes veredas, llenos tristes, tristes cabezos!
... Eterno amanecer de frío y de disgusto,
fastidiosa salida de la cueva del sueño!

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